El odio es un aspecto de la contradicción amor-odio. Y todo ser humano alberga en su espíritu estos sentimientos que se acumulan, se mantienen latentes y afloran según las circunstancias. Ambos aspectos son opuestos. El amor es una reacción del espíritu, de la conciencia, del alma, de la mente, una forma de expresar una vivencia y que se manifiesta por un estado de ánimo positivo que puede ser la alegría, una sonrisa o simplemente la sensación agradable que se refleja en la mirada o en una expresión corporal, todo ello en respuesta a un estímulo agradable que produce satisfacción. El amor* surgió en la primera sociedad hace 100 mil años; era un amor filial y fraterno, una herramienta de cohesión y de unidad de los clanes y de las tribus. Sus connotaciones son diversas. No es lo mismo el amor filial que la atracción que se tiene por el sexo opuesto, o el amor por el trabajo, etcétera. Todas las personas tenemos en nuestra naturaleza este sentimiento. Pero este sentimiento de amor puede existir porque existe su contrario, el odio**; ambos se retroalimentan. A diferencia del amor, que es más espontáneo, que no lastima o que casi no lastima, el odio es todo lo contrario.
Biológicamente, el odio y el amor son el resultado de la evolución de los mamíferos hace millones de años. Además, que el hombre, como tal, fue desarrollándose en relación con su ambiente, en interacción con la naturaleza y con su trabajo productivo. Esta estructura social se ha ido polarizando con el tiempo, de una sociedad a otra, hasta llegar a la actualidad en que el arte nutre al amor y la avaricia, la injusticia y los celos al odio. Este odio se evidenciaba entre los ciudadanos de la primera sociedad contra personas o grupos que surgían de repente y eran percibidos como una amenaza; por lo tanto, era el resultado del miedo.
El odio, ahora que lo abordamos, puede ser analizado en la sociedad esclavista. Con la aparición del Estado y, por ende, de una sociedad dividida en dos clases (esclavistas y esclavos; explotadores y explotados; ricos y pobres), el amor y el odio se manifiestan a través del Estado. Este último tiene la obligación de crearse, así como también su aparato militar para reprimir al pueblo. Además, el Estado da poder a la religión para manipular con falsedades su mente, su espíritu y su conciencia con el fin de lograr que le obedezca y se someta no solamente al Estado corrupto y criminal, sino además al clero e iglesia. Esta última se sirve del amor para imponer sobre una sociedad colectivista la propiedad privada, lo cual trae consigo todos los males que aquejan a los pueblos, sobre todo a los oprimidos del mundo. Una sociedad colectivista y privada que ha perdurado hasta la actualidad como una sociedad comunista y otra capitalista, que han coexistido desde entonces en una lucha de clases bien delimitada por Karl Marx. El antagonismo entre las dos clases, el proletariado y la burguesía, produce animosidad de clase entre ellas y genera el odio de clase entre ambas.
Ese odio de clase se manifiesta cotidianamente, tal como lo ejerce la maldita clase burguesa en las prisiones (tanto en presos políticos como comunes), en los hospitales (con enfermedades como el covid o la tuberculosis...), en las familias (con hambre y desnutrición...), en zonas periféricas y cerros que carecen de agua, luz y desagüe, durante marchas pacíficas de reclamos (con represión, muerte y desaparición...), con xenofobia y racismo, es decir, con discriminación, etcétera. La población de Perú todavía no entiende esta lucha de clases ni la relación entre amor y odio. Cree, piensa y está convencida de que los problemas del país se solucionarán a través del amor, por lo cual reza y reza, ora y ora a un ser que ha sido impuesto desde hace más de quinientos años. Este amor combinado con el miedo lo lleva a someterse, obedecer y servir a sus verdugos, prefiriendo poner la otra mejilla en vez de rebelarse con violencia revolucionaria. Ese pueblo, tras la caída del gobierno de Pedro Castillo Terrones en 2022, emprendió marchas pacíficas (4) para tomar Lima y lo único que logró fue volver a su lugar de origen (del interior del país) con heridos y fallecidos. Incapaces de odiar, llevan este sentimiento hirviendo en la caldera de su alma, aguardando el instante para levantarse; sin embargo, siempre surge ese dios que les impide rebelarse contra el opresor para lograr la libertad.
El antagonismo de clase del proletariado fue generado por el odio de clase de la burguesía. La clase trabajadora tiene un odio de clase mucho más intenso que el de la burguesía, pues se basa en la ciencia, en la verdad y en la realidad objetiva. En cambio, los burgueses están esperanzados en un dios omnipotente que no es realmente poderoso porque no existe. El pueblo está tan adormecido que piensa que ha despertado solo porque tiene acceso a internet desde su celular. Pero se engaña; ese internet es controlado por la burguesía, y con él los manipula. Siempre será así hasta que no se elimine de su mente, de su espíritu y de su conciencia a ese dios que los paraliza y los hace volver a donde salieron para una marcha de protesta, y lo hacen como un perro asustado con la cola entre las patas. No se dejen engañar; cuando afirman, a voz en cuello, que "solo el pueblo salva al pueblo", no es así, señores; para que eso ocurra, debe haber una vanguardia y esta no puede ser más que el Partido Comunista del Perú (PCP).
Durante los años ochenta, esa vanguardia surgió y recibió el respaldo de la gente, que se sentía identificada con ella y era consciente de las circunstancias por las que pasaba el país; las condiciones no eran muy distintas a las actuales. Desafortunadamente, los elementos traidores no han dejado de estar presentes; jamás lo han hecho. Ya ocurrió en el levantamiento de Túpac Amaru en 1780; en los años ochenta, resurgieron con los ronderos y los comités de autodefensa (CAD), que apoyaron al Estado, a favor de los genocidas traidores a la patria: primero a Belaunde, después a García Pérez y finalmente a Fujimori. Hoy observamos que la usurpadora y la homicida de Dina Boluarte han implementado una ley para conceder amnistía, no únicamente a los militares que perpetraron crímenes de lesa humanidad, sino también a los miembros de los comités de autodefensa.
El odio de clase es recíproco entre las dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado, y perdurará siempre, hasta que se extinga la propiedad privada y con esta la lucha de clases y la explotación del hombre por el hombre.
NT: 24 de agosto 2025
* En las primeras sociedades, el amor no solo existía como un sentimiento individual, sino que también fue una herramienta para la cohesión grupal, reforzando lazos familiares y de parentesco en las sociedades de clanes y tribales, y promoviendo la unidad más allá de los lazos de sangre a través de un "amor-amistad" y lazo espiritual y moral. La forma en que se expresaba y regulaba el amor variaba históricamente según las estructuras sociales, como el Estado y la familia, convirtiéndolo en un concepto social que se adaptaba a las necesidades de cada época y civilización.
El amor en las sociedades tribales y de clanes
Vínculos de parentesco: El amor en estas primeras sociedades se manifestaba como una fuerte conexión emocional y de lealtad que unía a los miembros de la tribu o clan, más allá del lazo consanguíneo.
Cohesión y unión: Estas formas de amor ayudaban a crear una unidad social fuerte, promoviendo la colaboración y el sentido de pertenencia a la comunidad.
Amor-amistad: Se valoraba el amor-amistad como una virtud elevada, capaz de forjar lazos espirituales y morales que unían a los individuos con su comunidad.
El amor como fenómeno social
Regulación social: El amor como sentimiento no es solo un fenómeno biológico, sino que también es un fenómeno social que está influenciado por el contexto cultural, las costumbres y las instituciones sociales.
Variaciones históricas: La forma de entender el amor y sus expresiones ha cambiado a lo largo de la historia, adaptándose a las transformaciones de la familia y el Estado en diferentes épocas.
Fuerza transformadora: El amor, ya sea como empatía, bondad o apoyo, juega un papel fundamental en la construcción de la sociedad, ya que genera confianza, fomenta la unidad y ayuda a crear una sociedad más conectada y resiliente.
El amor, en un sentido biológico de formación de vínculos, se originó con la evolución de los mamíferos hace millones de años. Sin embargo, la concepción del amor romántico y otras formas de amar son construcciones sociales y culturales que evolucionaron a lo largo de la historia de la humanidad, con raíces en las relaciones familiares, sociales y religiosas.
Orígenes Biológicos del Amor
Mamíferos: La capacidad de formar relaciones, una base del amor, se desarrolló en los mamíferos hace millones de años como una adaptación evolutiva para la convivencia y la cooperación en grupos familiares y sociales.
Evolución del Amor en la Historia Humana
Prehistoria: Desde los inicios de nuestra historia, los seres humanos tuvieron relaciones de afecto, como en la formación de parejas, que se extendieron más allá de la mera necesidad de reproducción, según la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo :: UAEH.
Grecia Antigua: Se establecieron conceptos de amor, como el amor platónico, y se valoró el cuerpo y la sabiduría en el enamoramiento.
Edad Media: El amor se entendía de diversas formas, incluyendo el significado religioso de caridad y entrega al prójimo, así como la concepción del amor como una posible enfermedad.
Renacimiento y Edad Moderna: Surgieron dos ideas del amor: el amor romántico, que se asociaba a lo trascendente, y la unión por conveniencia.
Siglos Posteriores: El amor ha seguido transformándose y adquiriendo diferentes significados, siendo influenciado por la filosofía, la ciencia y los cambios sociales, hasta llegar a las complejas ideas de amor que tenemos hoy.
** El odio en las sociedades primitivas se manifiesta como el rechazo y la hostilidad hacia grupos o individuos externos, basándose en el miedo a lo desconocido, la defensa de lo propio y la competencia por recursos. Las primeras sociedades formaban "nosotros" y "ellos", con el odio dirigido hacia los "otros", quienes representaban una amenaza a su identidad, territorio o supervivencia, un concepto que se puede vincular con la misantropía y la aporofobia, pero aplicado a la colectividad y en un contexto pre-estatal o de escasa cohesión social.
Mecanismos del odio en las primeras sociedades
Desconfianza hacia lo externo: Las comunidades primarias tendían a ser homogéneas y a desconfiar de los forasteros, quienes no compartían sus costumbres, creencias o formas de vida.
Afirmación del grupo: El odio podía servir para reforzar la cohesión interna del grupo. Al identificar un enemigo común (el "otro"), los miembros de la comunidad se unían en contra de esa amenaza percibida.
Competencia por recursos: La escasez de recursos naturales, como alimentos o territorio, podía generar conflictos y odio entre grupos vecinos que competían por los mismos bienes.
Miedo a lo desconocido: El odio hacia lo diferente también surge del miedo a lo desconocido. La incapacidad de comprender al otro podía generar actitudes de rechazo y agresión.
Evolución y perpetuación del odio
Este odio en las sociedades primitivas sentó las bases para formas de intolerancia posteriores. La exclusión de los "otros" y la negación de su derecho a existir se convirtieron en el germen de actitudes que, con el tiempo, derivaron en problemas sociales más complejos, como la discriminación y la xenofobia. La falta de estructuras sociales estables y la ausencia de una ley universal que protegiera a todos los individuos contribuyeron a que el odio se manifestara sin control, llevando a conflictos y, en algunos casos, a la exterminación de los grupos percibidos como enemigos.
El odio como sentimiento o actitud negativa hacia un individuo o grupo no surge en un momento específico, sino que es una emoción compleja con raíces en la naturaleza humana y se ha manifestado en diversas formas a lo largo de la historia en relación con factores como el miedo al "otro", la competencia por recursos o el resentimiento social. No hay una fecha de inicio, sino un desarrollo de expresiones de odio que se evidencian en registros históricos desde la antigüedad.
Raíces y manifestaciones históricas del odio:
Naturaleza Humana: El odio puede estar arraigado en la envidia, el egoísmo o la inseguridad, y se manifiesta como una forma de resentimiento o desconfianza hacia otros.
Antigüedad: Ya en la antigua Grecia y Roma existían formas de antijudaísmo, a menudo de naturaleza étnica, y también otras formas de discriminación y conflicto entre pueblos.
Prehistoria: La noción de "nosotros" versus "ellos" es un fenómeno muy antiguo, probablemente relacionado con la necesidad de proteger el propio grupo y sus recursos, lo que podía llevar a actitudes de odio hacia grupos ajenos.
Épocas posteriores: A lo largo de la historia, el odio se ha manifestado y evolucionado, como en el antisemitismo religioso de la Edad Media, el odio racial del siglo XIX y las guerras, la persecución y el resentimiento social que continúan en el mundo contemporáneo.
En resumen, el odio es una emoción humana fundamental que siempre ha existido, y su complejidad se refleja en su aparición en la historia como respuesta a diversos factores sociales, psicológicos y culturales.