"Ya iban dos años de haberse iniciado la guerra interna en el país y para entonces el artista ya había adherido al combate por un mundo nuevo con los formidables materiales que un humilde maestro del grabado como él podía tener. Prontamente sería acusado del sambenito de “terrorismo” que pende como una espada de Damocles sobre todos los que se atrevieron y se atreven a denunciar las injusticias del sistema. Infamia a la que recurrieron y recurren quienes ya no tienen más solución que dar a los desposeídos de este planeta.

Federico Rey Sánchez fue un discípulo suyo y, junto a Félix, es recluido en el Pabellón Británico de Lurigancho. Ahí ambos, maestro y alumno, consumarían un mural cuyo tema sería la alianza obrero-campesina. El maestro del grabado enseñó su arte a los prisioneros. Muchos de ellos serían ultimados en el genocidio del 4 de octubre de 1985 por exigir que se les reconozca el estatus de prisioneros políticos."