El pueblo peruano se juega definitivamente en las próximas elecciones generales de 2026, su destino miserable que arrastra desde hace más de cinco siglos de existencia. Primero con la conquista y saqueo por los españoles en 1532 y luego con la instauración de la república en 1821. Cinco siglos de opresión y muerte para el pueblo peruano. Ahora, el pueblo se prepara para unas elecciones que nunca fueron justas, que siempre las ganaron y seguirán ganando los grupos de poder a través de elecciones amañadas y golpes de Estado. El ejemplo, más evidente, se dio en las elecciones pasadas de 2021, en la que el presidente elegido, por mandato popular el 2021, el rondero Pedro Castillo Terrones, fue defenestrado de su cargo a través de un golpe de Estado propiciado por el congreso con el apoyo de las FFAA.
El partido comunista del Perú, en la década de los ochenta, lo dijo hasta con reiteración, una y otra vez, que el pueblo peruano para solucionar sus problemas, que son estructurales, no tenía alternativa alguna dentro de este orden caduco y putrefacto, que se cae a pedazos y
que está corroído comprometiendo ya no solo al Estado y sus instituciones, sino también a una parte importante del pueblo propiamente dicho al que el Estado blinda descaradamente. El partido comunista, consciente, de esta situación, se preparó desde la década de los sesenta para tomar el poder y le declaró la guerra al Estado peruano (ILA-80).
El Estado peruano a través de sus fuerzas armadas y policiales, con el apoyo de la iglesia, los medios de comunicación y partidos políticos (tanto de izquierda como de derecha) que parasitaban las ONGs, los comedores populares, vaso de leche, y con el apoyo de las mesnadas (rondas campesinas y Comités de autodefensa) al servicio del Estado, lograron derrotar a los comunistas que enarbolaban la consigna de: ¡Guerra popular, sí! ¡Elecciones, no! Estos ronderos, estos Comités de Autodefensa (CAD), armados por el Estado, son los que ahora después de la matanza de alrededor de ochenta manifestantes de 2022 se alistan para las próximas elecciones generales del 2026.
¿Pero qué son las elecciones? Ya Marx, decía, con respecto a estas:
'A los oprimidos se les autoriza para decidir, una vez cada varios años, ¡qué miembros de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el parlamento!'
Sí, las elecciones siempre han sido un instrumento de dominación del capitalismo, de los grupos de poder. Un instrumento, en manos, ya sea de la burguesía compradora o la burguesía burocrática. Para estas elecciones del 2026 resulta que serán decisivas para aquellos que siempre han participado beneficiándose de ellas. Decisiva, para aquellos que gobiernan actualmente y quieren seguir haciéndolo, que ya han probado esos beneficios y quieren repetir plato. Por último, también para nuevos beneficiarios, nuevos candidatos, oportunistas, traidores, que han visto en el Estado un botín y que terminarán aliándose con la derecha. La cuestión es que la derecha y la ultraderecha ya vienen, desde el poder, atando todos los cabos, a través del fraude, para ser los vencedores. Y, que si este fraude no resulta, ya las FFAA estarán listas para el golpe, esta vez militar.
Alrededor de 40 partidos políticos se alistan para esta contienda electoral del 2026. Otros 34 partidos están en proceso de inscripción. Partidos de derecha y de izquierda ya han empezado con la campaña, extraoficialmente. La "izquierda", esa izquierda traidora, cucufata, conciliadora, siempre expedita a apoyar a los grupos de poder, no vacilará en hacerlo una vez más. Está tan desperdigada que para sus intereses les resulta mejor no someterse a una unidad que beneficie a unos pocos, por eso cada agrupación va por libre, lo que le da más juego para pactar con quien les da la gana. La derecha y la ultraderecha, tienen la opción del golpe y para tal efecto se inventarán cualquier excusa como la del terrorismo, el comunismo, o simplemente la crisis que ellos mismos han venido montando desde el 2016, apoderándose desde ese entonces del Estado y sus instituciones. Pero un golpe de Estado, en potencia, lleva implícita una guerra civil. La pregunta es si el pueblo está preparado para una guerra civil, que es la opción que baraja el gobierno ante una posible pérdida de las elecciones.
NT.