La guerra de resistencia, revolucionaria, y hasta la misma guerra que propicia el imperialismo contra las naciones y pueblos oprimidos no debe ser vista con romanticismo. No son tiempos donde la victoria tiene honor; son tiempos del más puro eclecticismo y pragmatismo. No importa qué hacer, lo que cuenta es derrotar al enemigo. Los teóricos de la guerra sostienen que la guerra la gana el que está dispuesto a sostenerse un instante más que su adversario, aquel que no escatima economía de sangre durante el combate. El imperialismo, Israel y toda la reacción mundial saben de eso; entienden que es de esa manera. No hay cabida al romanticismo, la guerra es un problema de subsistencia de las clases, de los pueblos, de las naciones; la guerra es un problema que atañe a la supervivencia del Poder. Para esto, el sionismo criminal utiliza todo tipo de armas, medios y procedimientos. Asesinatos selectivos; masacres, genocidio, no importa si «del otro lado» mueren miles de niños, niñas; la política de «tierra arrasada» es tan válida como el uso de la desinformación.
¿Hay que poner la otra mejilla?, ¿hay que perdonar a los que nos ofenden? ¡No!, ¡Imposible!
Debemos entender que la guerra no se hace con “guante blanco”, obviamente, ellos, la reacción y el enemigo de los pueblos, combaten a su manera, nosotros, a la nuestra. Hay que entenderlo, pero las contradicciones entre el imperialismo y los pueblos nos están empujando a vivir un escenario de guerra diferente, cruento, donde prima el mayor derrame de sangre posible para la conquista de los objetivos.
No podemos clamar respeto a los DDHH, plegar a convenios internacionales, acuerdos, “cartas de guerra”, etc., eso ya no existe, son tiempos de guerra donde matar o morir es una contradicción latente; y no nos referimos al aspecto meramente humano, combatientes, sino políticos, económicos, culturales, sociales.
Que el dolor devenga en rabia; que la angustia se vuelva en fuerza desmedida que no se arredre ante el peligro; que el miedo se revierta, que visite su huerto, los acose, que los abrace por todos los días de los días